La cuaresma es un tiempo de pasar de la oscuridad a la luz, de la vieja condición humana a la nueva condición.
Convierte y cree en el Evangelio (Mc 1,15). Durante todo el tiempo de cuaresma, la palabra de Jesús puede sonar en nuestros oídos para recordarnos que el nos ha llamado de la oscuridad a la luz, de la muerte a la vida y del pecado a la santidad. En última instancia, es a la comunión con El mismo a lo que Jesús nos ha llamado. Somos invitados a vivir con el y en el en cada momento. Es sólo en la comunión de fe, esperanza y amor con Él, donde podemos encontrar el profundo sentido a nuestra vida. Sólo El nos puede dar la auténtica identidad. Esta asociación de amor con Jesucristo nos llena de alegría y fuerza. Pase lo que pase en nuestra vida, estamos seguros que pertenecemos a El y podemos contar con su ayuda y gracia. Nos volvemos del egoísmo tirano a la libertad de hijos de Dios que sólo jesús puede darnos.La Buena Nueva
del Evangelio significa que Dios nos da parte de su propia vida en Jesucristo.
“Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien
vive en mi” (Gal 2,20)
Convierte y cree en el Evangelio (Mc 1,15). Durante todo el tiempo de cuaresma, la palabra de Jesús puede sonar en nuestros oídos para recordarnos que el nos ha llamado de la oscuridad a la luz, de la muerte a la vida y del pecado a la santidad. En última instancia, es a la comunión con El mismo a lo que Jesús nos ha llamado. Somos invitados a vivir con el y en el en cada momento. Es sólo en la comunión de fe, esperanza y amor con Él, donde podemos encontrar el profundo sentido a nuestra vida. Sólo El nos puede dar la auténtica identidad. Esta asociación de amor con Jesucristo nos llena de alegría y fuerza. Pase lo que pase en nuestra vida, estamos seguros que pertenecemos a El y podemos contar con su ayuda y gracia. Nos volvemos del egoísmo tirano a la libertad de hijos de Dios que sólo jesús puede darnos.
Jesús nos llama a dejar
detrás nuestra vieja condición humana. La nueva humanidad toma forma en
nosotros. Cuanto más cercano estamos a Jesús más vemos la necesidad de su
salvación. Nos damos cuenta de nuestro pecado y anhelamos la liberación: “Ay de mi que estoy perdido, pues soy un
hombre de labios impuros” (Is 6,5). Jesús nos libera de la impureza de
nuestros pecados, de la tiranía de los ídolos temporales, así como de las
fuerzas, de la dictadura del dinero y del sexo. Jesús ha venido a darnos su
perdón. Sólo Jesús y su Iglesia pueden
darnos el perdón, y no menos en la confesión.
Ninguna fuerza y autoridad en el mundo pueden darnos esto, sólo Dios
puede darnos lo que todos anhelamos, pero no siempre nos atrevemos a pedir
perdón.
Convertirse a Cristo y a su evangelio es también convertirse a la comunidad de hermanos, a los otros de nuestra Iglesia. La conversión lleva un enfoque comunitario.
“conviértete y cree en el
evangelio”. Convertirse a Jesús y a su evangelio, significa también
convertirse a la comunidad, pueblo de Dios. El nosotros es más importante que
el yo. Nuestro yo necesita la el nosotros de la Iglesia. Tenemos
que romper con la estrangulación del individualismo que nos arriesga a hacer de
nosotros mismos el criterio y enfoque del mundo. Esta es la Iglesia , nuestra santa
madre, que nos enseña a encontrarnos con Jesús y volvernos a El. Como miembros
del cuerpo místico de Cristo, tenemos responsabilidad unos de otros. Llevamos
las cargas unos de otros y compartimos la alegría unos de otros. Somos el
pueblo peregrino en camino hacia la gloria eterna. Al mismo tiempo queremos
construir el mundo, haciendo de este lo más posible parecido al cielo, hasta
que todos los humanos lleguemos a ser amigos. Más y más debemos ver, que nuestro
arrepentimiento tiene carácter comunitario. Como cristianos nos arrepentimos
también para los demás. Los seres humanos fuimos creados como imagen de la
alegría de Dios y apoyo de unos con
otros, pero a veces parece que en lugar de esto estamos para hacer la vida
amarga unos a otros.
Y más aún.. la conversión lleva a amar a nuestros enemigos, a aquellos que nos persiguen.
Tenemos que
enseñarnos a ver a Jesús en unos y otros, volvernos a Jesús que ama esconderse
en nuestro prójimo. Aprender a reconocer los rasgos de Jesús en algunas
personas con quienes nos ha sido difícil, toma tiempo, y cuesta sudor y sangre,
sin embargo nunca podemos dejar de buscar a Jesús en nuestro prójimo. Ante
todo, debemos buscarlo en nuestros enemigos, en los que nos persiguen y
calumnian. El criterio de que nosotros pertenecemos a Jesús y somos miembros
del cuerpo místico de la
Iglesia es justo amar y orar
por nuestros enemigos. Al mismo tiempo debemos estar con palabras y obras com
quienes son perseguidos, construyendo y creando una sociedad humana de hermanos
y hermanas, sean de donde sean y vengan de donde vengan.
La conversión se encuentra con una alegre noticia, alegría que tal vez se ha perdido en esta parte del mundo, y que hay que recuperar en el encuentro con Cristo.
Conviertete y cree en el
evangelio. El Evangelio es siempre la alegre noticia que nos vuelve a Jesús, pero no
siempre es alegria lo que los cristianos reflejamos. Quizá la gran tragedia:es que
realmente no nos atrevemos a confiar en que
Jesús nos ha dado la alegría de la fe, sino mas bien la fe es una carga
para nosotros. Nosotros debemos convertirnos en alegria. La alegría que no
descansa en sentimientos pasajeros o placer si no la alegria que Jesus a través
de su resurreccion nos ha dado
anticipadamente, La cuaresma en su totalidad es una preparacion para la pascua de resurreccion. Toda la vida
en la tierra es un peregrinar hacia la alegria eterna. Esa alegria que nosotros
recibimos anticipadamente sobre todo en la Eucaristía , alegre boda
celestial que fluye en lo secreto.
Esta parte del mundo
parece a veces negar la existencia de la alegría. Los pobres del tercer mundo
con más frecuencia parecen ser más felices que nosotros. Nosotros hacemos todo
problema y olvidamos el misterio que
esto encierra. Hemos perdido la reverencia de lo sagrado de la vida con su
alegría. Hemos hecho de la violencia una
distraccion. Hacemos arte de las cenizas de los prisioneros de los
campos de concentración.
Dejame Señor, soy un pecador ( Lc 5,8) dice Pedro y nosotros
con el. Nosotros hemos perdido la alegría espontanea de niños. Por lo que
debemos aprender a tener sed del Evangelio. Las lágrimas de arrepentimiento y
penitencia, pueden ser lágrimas de alegría.
Es tiempo de decir no a la indiferencia religiosa, es tiempo de despertar. El cristiano convertido que se ha dejado encontrar por la Buena Nueva está llamado y es enviado a compartir con los otros esta alegría.
Conviertete y cree en el
Evangelio. Cuando recibimos a Jesús y nos permitimos impregnar de su evangelio, somos llevados por el impulso
interno, de la gracia para compartir con quienes nos encontremos lo que se nos
ha dado. “Mirad, aquí estoy, enviame
(Is 6,8) dijo el profeta Isaías cuando el se encontró con el Dios vivo. La mística lleva siempre a una misión. La misa es un
envio. Somos
enviados a construir la santidad del mundo, una maravillosa pero no fácil tarea.
Verdaderamente en esta
sociedad estable, nosotros no entendemos la persecusion que algunos Cristianos
padecen por su fe en nuestros tiempos. Esto no parece perturbar nuestros sueños.
Nuestra indiferencia debe romperse. Debemos atrevernos a asumir nuestra fe por
nuestros hermanos cristianos perseguidos. Sí,
cada persona debe ser venerada desde el primer hasta el ultimo momento
de su existencia.
Cuaresma es el tiempo para decir SÍ, a la invitación De Cristo.
“No temas, desde hoy en adelante seras pescador de hombres ” (Lc
5,10), dice Jesús a sus discípulos de todos los tiempos. “Ven y sígueme“ (Mt 4,19). El nunca se cansa de invitarnos a seguirle
y vivir con el. Cómo podríamos decirle que no, al que ha muerto y
resucitado por nuestras culpas? Esta es nuestra tragedía, que nosotros
frecuentemente decimos que no, pero justo ahora, en este tiempo santo de
cuaresma, podemos empezar y aprender que el SÍ, es más bello que el NO. Por lo
que también decimos sí, a su invitación: convierte y cree en el Evangelio.
Con mi oración y bendición
Anders Arborelius. Ocd
Obispo de la diocecis Catolica de Estocolmo
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