Segundo Domingo de Adviento
Marcos 1,1-8: Preparadle el camino al Señor. Juan fue el heraldo de Cristo. Toda su vida fue un grito de alerta contra nuestra inconsciencia y nuestra irresponsabilidad. ¡Preparad los caminos del Señor… reformad vuestras vidas! ¡Abrid vuestro corazón al Corazón sacratísimo del Redentor!
La Iglesia, llamándonos así en la liturgia, prolonga la predicación del Bautista, y como dice San Gregorio Magno, prepara los caminos al Señor que viene:
«Todo el que predica la fe recta y las buenas obras ¿qué hace, sino preparar el camino del Señor para que venga al corazón de los oyentes, penetrándolos con la fuerza de la gracia, ilustrándolos con la luz de la verdad, para que, enderezadas así las sendas que han de conducir a Dios, se engendren santos. (Homilía 20 sobre el Evangelio).
El concilio Vaticano II fue en su día, y sigue siendo, para toda la Iglesia una renovada tensión de Adviento, una auténtica renovación profunda por la conversión evangélica: «La Iglesia, que encierra en su seno pecadores, siendo al mismo tiempo santa y necesitada de purificación, avanza continuamente por la senda de la penitencia y de la renovación» (Lumen Gentium 8).
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